Cuando salgo a hacer una sesión de fotografía, a veces tengo claro qué imagen busco, o al menos el tipo de imagen que deseo. Otras, simplemente salgo y veo que es lo que me ofrece la localización.
La composición que comentamos en esta entrada no es fruto ni de lo primero ni de lo segundo. O mejor dicho, en realidad es fruto de ambos 🙂
Me explico…
La historia
El día que saqué esta imagen (22/08/2018) mi idea era otra bien distinta. Había luna llena, y empezaba a salir por el horizonte sureste. Era la hora dorada, a pocos minutos de que el Sol se ocultase. Había una composición que podía funcionar con la luna reflejada en el agua, y una estructura de embarque que había a su lado. El pueblo es Ares (A Coruña, España). Ese día, además, la marea estaba bastante baja a esa hora, por lo que la estructura de embarque cobraba mayor interés fotográfico. Estaba tomando un café junto a mi familia, y vi, mientras atardecía, las posibilidades de esa composición, así que fui a casa, cogí el trípode, filtros y cámara, y me planté a los 10 minutos con todo el equipo a pie de playa.
Sin embargo, una vez comencé encuadrar con la cámara y a hacer la primeras pruebas de exposición y velocidad de obturación (iba a usar filtros de densidad neutra, por lo que debía evaluar antes la toma sin ellos), comencé a darme cuenta de que la composición no funcionaba tan bien como en mi cabeza. Fallaba algo. Así que seguí concentrado en buscar una composición que funcionase, porque la oscuridad avanzaba (el Sol se ponía a mi espalda) y en poco tiempo me iba a quedar sin la luz que quería.
Mis hijos estaban por allí, jugando en la playa, detrás de mi. La verdad es que estaban un poco alborotados ese día, así que me dí la vuelta para decirles se tranquilizaran, y entonces ví el cielo que tenía detrás de mi. Toda una explosión de naranjas y rosas que enmarcaba a las casas del pueblo de Ares tanto por encima como por debajo (debido a los reflejos de un mar casi estático).
No lo pensé más. Di la vuelta al trípode y me puse a componer esta imagen. Tuve que hacerlo a contrarreloj porque el Sol ya se había ocultado hacía unos minutos y quedaba poco tiempo. Después de un rápido vistazo, me dí cuenta que sólo una pequeña variación de mi posición era necesaria, por lo que no perdí tiempo en cambiar la localización. Tuve que forzar un poco la posición del trípode, y poner su columna central en horizontal, con la cámara en un extremo, de manera que quedaba fuera del centro de gravedad que ofrecían los piés del trípode, con el agravante de que éste lo había puesto justo al borde del embarcadero, con la cámara completamente encima del mar. Cualquier golpe o mal movimiento hubiera hecho que cámara y trípode hubieran caído al mar irremediablemente. Pero, no sucedió.
Hacía ya tiempo que estaba buscando una toma de larga exposición con nubes en movimiento, lo que le dá un aspecto sedoso y etéreo al cielo. No solo esto es lo que sucedía en el cielo, sino que además al ir avanzando la puesta, los colores iban cambiando en el cielo, y me di cuenta de que una larga exposición podría llegar a mezclarlos de una manera muy interesante.
Por ello, cambié los filtros que tenía puestos. Puse uno de densidad neutra de 6 pasos, para obtener una larga exposición de varios minutos, que «mezclase» los colores de las nubes y suavizase su movimiento, y que por otro lado «aplanase» el agua de manera que los reflejos fuesen lo más marcados posibles. Además usé un filtro degradado de transición dura de 3 pasos, para quitarle luz al cielo, y otro degradado de transición suave de 2 pasos para el mar. La idea detrás del uso de dos degradados distintos (uno para el cielo y otro para el mar -con la parte oscura hacia abajo-) es hacer que las casas y edificios queden mejor expuestos, con más luz. En total, una combinación para el cielo de 9 pasos, que para una exposición natural de 1/3s me llevaba a 3 minutos de exposición. Era tiempo suficiente para capturar todo el movimiento de las nubes. En realidad hubiese podido admitir un poco más de exposición (de tiempo) dado que la luz iba cayendo cada vez más (los cálculos estaban hecho para una luz estable, así que si decrece a medida que transcurre la exposición, puedes corregirlo añadiendo algunos segundos más).
No obstante, no deseaba un tiempo de exposición mayor (no quería que el sensor de mi cámara se calentase en exceso por culpa de la larga exposición, llenando la toma de ruido), por lo que tampoco quería cerrar mucho el diafragma e irme a un F alto. Configuré a f/7.1, un punto en que la lente que llevaba se comporta bastante bien, enfoqué a la distancia hiperfocal (que para f/7.1 y focal de 17mm está en 2,15m), y ajusté el temporizador a 2 segundos (para eliminar la trepidación del trípode al apretar el disparador). Durante toda la toma estuve rodeando una de las patas del trípode con mis manos, sin tocarlo, por miedo a que se cayera y con él la cámara.
Datos técnicos
Cámara: Canon EOS M5
Objetivo: Canon EF-M 11-22mm f/4-5.6 IS STM
180s – f/7.1 – 17mm – ISO100
Filtros: ND 6 pasos + GND hard 3 pasos para el cielo + GND soft 2 pasos para el mar
En el revelado potencié la saturación y el contraste, y apliqué un viñeteado para enmarcar la imagen.
Conclusión
He de decir que creo que la imagen funciona aunque las casas del pueblo no sean especialmente pintorescas (fotográficamente hablando), pero en conjunto la imagen lo perdona. Considero que los paisajes que nos rodean, los que tenemos cerca, son los más interesantes porque a la vez son los que menos apreciamos en el día a día, y contemplarlos en todo su esplendor es un re-descubrimiento de nuestro entono más próximo. Realizamos grandes viajes para recorrer medio mundo, y muchas veces las bellezas se dan a nuestro lado, en nuestro patio trasero. De alguna manera esta fotografía representa ese pensamiento.
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